Argumentos a favor y en contra de la inteligencia emocional

Charles spearman creía que la inteligencia se compone de

Este año, la inteligencia emocional (IE) celebra su 30 aniversario. Fue en 1990 cuando Peter Salovey y John Mayer publicaron el primer artículo científico sobre la IE donde la definían como ”La capacidad de controlar los sentimientos propios y ajenos, de discriminar entre ellos y de utilizar esta información para guiar el pensamiento y la acción”. (Salovey & Mayer, 1990, p. 189). La IE se popularizó con el éxito de ventas de Daniel Goleman (1995), que presentó la IE como el mejor predictor del éxito en la vida.

Durante los últimos 25 años, la IE ha sido objeto de un ferviente debate en el ámbito científico, con detractores que intentaban acabar con la idea emergente de emparejar la inteligencia con las emociones alegando que los individuos no pueden razonar con emociones -y, por tanto, que la IE era un concepto inválido (Locke, 2005)- y partidarios que defendían su legitimidad argumentando que la investigación sobre la IE era teóricamente sólida, estaba viva y gozaba de buena salud (Ashkanasy & Daus, 2005).

A pesar de la floreciente literatura que muestra los efectos positivos de la IE, se han encontrado resultados contraintuitivos sobre el efecto de altos niveles de IE en varios resultados (Davis & Nichols, 2016). Los estudiantes universitarios con altos niveles de IE eran más vulnerables a la depresión, la ideación suicida y la indefensión (Ciarrochi et al., 2002). Además, los individuos con alta IE y alta testosterona mostraron reacciones de estrés más fuertes en una situación de presión social (Bechtoldt y Schneider, 2016).

Por qué es importante la inteligencia emocional

La inteligencia emocional (IE) es la coyuntura en la que confluyen la cognición y la emoción, y facilita nuestra capacidad de recuperación, motivación, empatía, razonamiento, gestión del estrés, comunicación y nuestra habilidad para leer y navegar por una plétora de situaciones y conflictos sociales. La IE es importante y, si se cultiva, ofrece la oportunidad de tener una vida más plena y feliz.

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Antes de seguir leyendo, hemos pensado que le gustaría descargarse gratuitamente nuestros tres Ejercicios de Inteligencia Emocional. Estos ejercicios de base científica no sólo mejorarán su capacidad para comprender y trabajar con sus emociones, sino que también le proporcionarán las herramientas necesarias para fomentar la inteligencia emocional de sus clientes, alumnos o empleados.

El término “inteligencia emocional”, acuñado por primera vez por los psicólogos Mayer y Salovey (1990), hace referencia a la capacidad de una persona para percibir, procesar y regular la información emocional de forma precisa y eficaz, tanto en uno mismo como en los demás, y utilizar esta información para guiar su pensamiento y sus acciones e influir en los de los demás.

Alta inteligencia emocional

Una de las principales críticas a la base teórica de la Inteligencia Emocional es la suposición que se hace en ciertos modelos de Inteligencia Emocional de que la Inteligencia Emocional es una forma de verdadera inteligencia. La inteligencia se ha definido de diversas maneras en diferentes campos y normalmente incluye conceptos como la lógica, la comprensión, el pensamiento abstracto, la conciencia de uno mismo, la capacidad de aprender, la resolución de problemas, la comunicación, etc. Dentro del campo de la psicología, existen diferentes enfoques de la Inteligencia Emocional. Dentro del campo de la psicología, existen diferentes enfoques de la inteligencia humana, el más famoso de los cuales es la psicometría.

La psicometría es la medida de determinadas capacidades cognitivas e incluye el cociente intelectual, así como algunas medidas escolares. Algunos psicólogos también reconocen un factor de inteligencia general. Mientras que la mayoría de las pruebas de CI miden determinadas funciones cognitivas, como el reconocimiento de patrones y las habilidades lingüísticas naturales, la Inteligencia Emocional suele medir otros procesos cognitivos, como la memoria, la rapidez en la toma de decisiones y la capacidad para recuperar conocimientos generales.

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Ambos conceptos están estrechamente relacionados con la idea de Inteligencia Emocional, y algunos psicólogos sostienen que los cocientes de Inteligencia Emocional no son más que aspectos de la inteligencia general. La definición de inteligencia es controvertida y, sin duda, es la causa de algunos de los problemas para que se reconozca la Inteligencia Emocional como una forma de inteligencia legítima.

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Existe, por tanto, apoyo teórico y empírico para la IE oscura. Como constructo polifacético que engloba habilidades (IAE), autopercepciones y disposiciones (IE) relativas a uno mismo y a los demás (por ejemplo, asertividad; gestión de las emociones), unos niveles muy elevados de IE podrían conllevar efectos negativos internos o “intrapersonales” para la persona en cuestión, pero también efectos negativos externos o “interpersonales” que impliquen a los demás. Tras una oportuna revisión de la bibliografía, este artículo trata de explorar más a fondo estas posibilidades abordando las siguientes cuestiones: ¿Cuándo (en qué contextos), por qué (qué facetas) y cómo (directa o indirectamente) puede la IE ser deletérea o perjudicial? ¿Existe un nivel óptimo de IE? Por lo tanto, esta revisión pretende sintetizar un número creciente de hallazgos que no encajan con la posición empírica dominante de que una mayor IE siempre es mejor.

Los individuos emocionalmente inteligentes deberían ser capaces de hacer frente a las exigencias de la vida cotidiana (Bar-On, 2006) y la regulación competente del afecto se considera crucial para el bienestar psicológico (Mayer y Salovey, 1997). Esta habilidad se apoya en habilidades de IE de orden inferior (percibir; utilizar la emoción para facilitar el pensamiento; comprender la emoción), que contribuyen a una conciencia emocional fundamental necesaria para la gestión adaptativa de la emoción. Se argumenta que las creencias sobre las habilidades emocionales (indicadas por la TEI) son igual de importantes, dado que la valoración y la reactividad a las actividades cotidianas pueden filtrarse en parte a través de ellas (Petrides et al., 2007). Si bien hay pruebas que relacionan la IE con una mejor salud mental y física (para revisiones, véase Martins et al., 2010; Resurreccion et al., 2014), la investigación sugiere que, en algunos contextos, los altos niveles de IE (en particular, la conciencia y la gestión emocional) pueden estar relacionados con una peor salud psicológica y afectar negativamente a la capacidad de un individuo para hacer frente a situaciones emocionalmente destacadas.

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