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La Inteligencia Emocional (IE) surgió en la década de 1990 como un constructo basado en habilidades análogo a la Inteligencia general. Sin embargo, en las últimas tres décadas han surgido otras dos formas conceptualmente distintas de IE (a menudo denominadas “IE rasgo” e “IE modelo mixto”) junto con un gran número de herramientas psicométricas diseñadas para medir estas formas. En la actualidad, se han desarrollado más de 30 medidas diferentes de la IE ampliamente utilizadas. Aunque existe cierta claridad dentro del campo de la IE con respecto a los tipos de IE y sus respectivas medidas, las personas ajenas al campo se enfrentan a una literatura de IE aparentemente compleja, terminología superpuesta y múltiples medidas publicadas. En este documento pretendemos ofrecer orientación a los investigadores y profesionales que deseen utilizar la IE en su trabajo. En primer lugar, ofrecemos una visión general de las diferentes conceptualizaciones de la IE. A continuación, ofrecemos una serie de recomendaciones para los profesionales e investigadores sobre las medidas más apropiadas de la IE para una serie de propósitos diferentes. Proporcionamos orientación sobre cómo seleccionar y utilizar diferentes medidas de IE. Concluimos con una revisión exhaustiva de las principales medidas de IE en términos de estructura factorial, fiabilidad y validez.
Test de inteligencia emocional de Salovey y Mayer
Peter Salovey y John D. Mayer acuñaron el término “inteligencia emocional” en 1990, describiéndola como “una forma de inteligencia social que implica la capacidad de controlar los sentimientos y emociones propios y ajenos, de discriminar entre ellos y de utilizar esta información para guiar el pensamiento y la acción”.
Salovey y Mayer también iniciaron un programa de investigación destinado a desarrollar medidas válidas de la inteligencia emocional y explorar su significado. Por ejemplo, descubrieron en un estudio que cuando un grupo de personas veía una película perturbadora, las que obtenían una puntuación alta en claridad emocional (que es la capacidad de identificar y dar nombre a un estado de ánimo que se está experimentando) se recuperaban más rápidamente. En otro estudio, los individuos que puntuaban más alto en la capacidad de percibir con precisión, comprender y valorar las emociones de los demás eran más capaces de responder con flexibilidad a los cambios en su entorno social y de crear redes sociales de apoyo.
En la década de 1990, Daniel Goleman conoció el trabajo de Salovey y Mayer, que dio lugar a su libro Inteligencia emocional. Goleman era redactor científico del New York Times, especializado en investigaciones sobre el cerebro y el comportamiento. Se formó como psicólogo en Harvard, donde trabajó con David McClelland, entre otros. McClelland formaba parte de un grupo creciente de investigadores preocupados por lo poco que decían los tests tradicionales de inteligencia cognitiva sobre lo que se necesita para tener éxito en la vida.
Daniel Goleman
La inteligencia emocional (IE) suele definirse como la capacidad de percibir, utilizar, comprender, gestionar y manejar las emociones. Las personas con un alto nivel de inteligencia emocional pueden reconocer sus propias emociones y las de los demás, utilizar la información emocional para guiar el pensamiento y el comportamiento, discernir entre distintos sentimientos y etiquetarlos adecuadamente, y ajustar las emociones para adaptarse al entorno.[1] Aunque el término apareció por primera vez en 1964,[2] ganó popularidad en 1995 con el éxito de ventas del libro Inteligencia emocional, escrito por el periodista científico Daniel Goleman. Goleman definió la IE como el conjunto de habilidades y características que impulsan el rendimiento del liderazgo[3].
La inteligencia emocional se refiere a la capacidad de percibir, controlar y evaluar las emociones. Algunos investigadores sugieren que la inteligencia emocional puede aprenderse y fortalecerse, mientras que otros afirman que es una característica innata[cita requerida].
Se han desarrollado varios modelos para medir la IE. El modelo de rasgos, desarrollado por Konstantinos V. Petrides en 2001, se centra en el autoinforme de disposiciones conductuales y habilidades percibidas[4] El modelo de habilidades, desarrollado por Peter Salovey y John Mayer en 2004, se centra en la capacidad del individuo para procesar información emocional y utilizarla para desenvolverse en el entorno social[5] El modelo original de Goleman puede considerarse ahora un modelo mixto que combina lo que desde entonces se ha modelado por separado como IE de habilidades y IE de rasgos. Investigaciones más recientes se han centrado en el reconocimiento de emociones, que se refiere a la atribución de estados emocionales basados en observaciones de señales visuales y auditivas no verbales[6][7] Además, estudios neurológicos han intentado caracterizar los mecanismos neurales de la inteligencia emocional[8][9].
Cuatro ramas de la inteligencia emocional salovey y mayer
En los últimos años, los estudios sobre las emociones se han hecho más frecuentes a medida que las nuevas tecnologías innovadoras han permitido ver el cerebro humano en funcionamiento (Caruso y Salovey, 2004). Ahora podemos ver de primera mano cómo funciona el cerebro mientras pensamos. Estos nuevos datos neurobiológicos permiten ver cómo reacciona el cerebro cuando alguien se siente feliz, triste, enfadado y amado (Caruso & Salovey, 2004). Peter Salovey y David Caruso sugieren que el centro cerebral de la emoción es parte integrante de lo que significa pensar, razonar y ser inteligente, por lo que la inteligencia emocional es un componente crucial para comprender las emociones propias y ajenas (Caruso & Salovey, 2004).
Para comprender mejor la inteligencia emocional, primero hay que investigar los dos términos que la componen: emoción e inteligencia. Salovey, Bracket y Mayer (2007) proponen que las emociones son respuestas organizadas que atraviesan los subsistemas fisiológico, cognitivo, motivacional y experiencial del cerebro. Las emociones, que antes se consideraban “interrupciones desorganizadas de la actividad mental que debían controlarse o perturbaciones agudas del individuo en su conjunto, ahora se consideran “fuerzas motivadoras que son procesos que despiertan, sostienen y dirigen la actividad” (Salovey, Bracket y Mayer, 2007, pág. 2).